En la actual crisis financiera mundial, y en particular en la crisis de deuda europea, estamos viviendo un intenso debate sobre cuáles deben ser las funciones del banco central europeo (BCE).
Las necesidades de capital público de las entidades financieras europeas y los amplios planes de estímulo fiscal aprobados en 2009 han llevado a una escalada de la deuda pública en la práctica totalidad de los estados del euro. En los países en los que está escalada de deuda se ha visto acompañada de elevados déficits y de crecimientos económicos muy débiles, el riesgo de crédito de la deuda pública ha aumentado llevando las rentabilidades ofrecidas a niveles insoportables.
Esta situación ha provocado que se abra el debate sobre las funciones del banco central europeo.
El Tratado de Maastricht, en su artículo 4A, creó, el Sistema Europeo de Bancos Centrales (SEBC) y el BCE. Dicho tratado le encomendó como objetivo principal la estabilidad de precios.
El BCE entiende que este objetivo de estabilidad de precios se cumple si la inflación interanual en el área del euro se sitúa en una perspectiva a medio plazo por debajo pero cerca del 2%, medida por el Índice Armonizado de Precios al Consumo (IAPC) que mensualmente publica Eurostat.
Todo ello se basa en que la estabilidad de precios es un prerrequisito para la eficiencia económica y un objetivo de justicia social. La evolución de la cantidad de dinero en sus distintas definiciones también es relevante para tomar decisiones encaminadas al objetivo de la estabilidad de precios. La inflación es a medio plazo un fenómeno monetario y de ahí la importancia del seguimiento de las condiciones monetarias. Pero claro, “seguir” no significa “elegir” como objetivo una magnitud monetaria.
Sin embargo, surgen una serie de dudas ante tales objetivos. La primera es si realmente el BCE está cumpliendo el objetivo de mantener la estabilidad de precios.
El BCE fija sus objetivos basándose en un índice de precios de productos básicos que obvia otros productos como los activos inmobiliarios y los activos financieros. En los últimos años hemos visto como han crecido de forma considerable los precios de los activos inmobiliarios a la vez que también aumentaban los derivados (opciones, futuros, swaps) sobre activos. Estos nuevos productos financieros, cuyo precio es una función de un activo subyacente (acciones, deuda, tipos de interés) han aumentando de forma considerable la liquidez en el sistema, expandiéndose en USA un 300% entre 1990 y 2005 mientras que el producto interior bruto lo hacía un 80%.
Estas nuevas formas de liquidez crecieron de forma casi ilimitada creando burbujas económicas y escapando de la tan perseguida estabilidad de precios del BCE y provocando una de las mayores crisis financieras de la historia. Mientras tanto, el BCE estaba tranquilo viendo la evolución de la oferta monetaria M3.
De la misma manera, cuando se produjo el credit cruch en 2008, no hubo ninguna fuerte caída en los indicadores monetarios del BCE como la oferta monetaria M3, mientras que si que cayeron los precios de los activos financieros, la liquidez del sistema y aumentaron las primas de riesgo.
Por lo tanto, es muy importante y necesario que el banco central europeo sea consciente de la importancia e influencia del sistema financiero en la economía real y que lo estudie para actuar de manera preventiva y no sólo reactiva.
Ya no son suficientes los indicadores monetarios de hace cincuenta años, sino que es necesario adaptar las variables y las técnicas de control a la realidad financiera actual, ya que no hay que olvidar que es ésta la que condiciona la realidad económica.
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