La semana pasada vimos como los inversores aumentaron la presión sobre la deuda italiana, pasando el diferencial los 500 puntos y marcando records históricos. Esto provocó una presión internacional sobre el gobierno de Berlusconi, causando su posterior dimisión y forzando la llegada de un tecnócrata, Mario Monti, al gobierno italiano.
Mario Monti, economista y excomisario europeo, es el encargado de la formación de un gobierno técnico que implemente en Italia las reformas y las medidas de austeridad exigidas por la UE.
Muchas han sido las críticas por la llegada de la tecnocracia a dos gobiernos europeos. Son gobiernos que no están legitimados por las urnas, es la vuelta del <<todo para el pueblo pero sin el pueblo>>, son algunas de las críticas recibidas. Muchos argumentan que el pueblo ha perdido el principal papel que le otorgaba la democracia, la elección de sus representantes.
Pero al mismo tiempo hay que ser conscientes de que la tarea de un gobernante es utilizar el poder ejecutivo y legislativo para gestionar de la mejor forma los recursos y los intereses de los ciudadanos.
Para ello no basta con buenos gestos, buenas intenciones y carisma. Hace falta tener una correcta visión de la economía, la justicia, la educación,…, que permita que tus acciones produzcan beneficios en los ciudadanos. En España hemos visto en los últimos años que un gobierno no puede vivir de las buenas intenciones obviando la realidad porque al final la realidad siempre se impone.
Todo ello va unido a las constantes quejas de los ciudadanos sobre la discrecionalidad y arbitrariedad de sus gobiernos a la hora de tomar decisiones.
Por lo tanto, aunque no sea una forma legítima de gobierno, la tecnocracia es dentro de los tiempos actuales el menor de los males y quizás la única forma de llevar a algunos países a la senda del orden y el crecimiento.
A falta de buenos políticos, bienvenidos sean los tecnócratas!
Me quedo con la última frase: “A falta de buenos políticos, bienvenidos sean los tecnócratas!”….