Nuevas formas de liquidez

Tradicionalmente, se ha considerado que los bancos centrales tratan de controlar la cantidad de dinero u oferta monetaria en una economía. La oferta monetaria se relaciona con la base monetaria (dinero de alta potencia) a través del multiplicador monetario.

La fórmula del multiplicador monetario es M=(a+1)/(a+w) donde a es el coeficiente de efectivo y w es el coeficiente de reservas. Si el coeficiente de efectivo (a) aumenta, significará que los agentes económicos depositan menos dinero en el banco y mantienen más dinero en forma de efectivo, por lo que al haber menos depósitos en el sistema bancario, los bancos podrán prestar menos dinero, reduciéndose así la capacidad de creación de dinero bancario.

Si el coeficiente de reservas (w) aumenta, significará que los bancos mantienen más dinero en forma de reservas (porque haya aumentado el coeficiente legal de caja o porque decidan mantener más dinero en efectivo en sus cajas), ello implica de nuevo que podrán prestar menos dinero y por tanto se generará menos dinero bancario en la economía, reduciéndose así la oferta monetaria.

Los bancos centrales para actuar sobre la oferta monetaria, utilizan los siguientes mecanismos:

  • Operaciones de mercado abierto.
  • Modificando el tipo de interés.
  • Modificando el coeficiente legal de caja.

Sin embargo, la presente crisis financiera no tuvo como indicador una bajada de la oferta monetaria en sus clásicas formas de medida (M3).

Eso es debido a que la innovación y el desarrollo de los mercados financieros han creado nuevas formas de liquidez que se escapan de las tradicionales medidas de la oferta monetaria. Estos nuevos instrumentos son los derivados, productos cuyo precio es una función de un activo subyacente. Estos instrumentos permiten expandir la liquidez mucho más allá de la economía real, escapando al control de los bancos centrales.

En los años previos a la crisis, mientras que la oferta monetaria (M3) crecía a un ritmo moderado, los mercados derivados lo hacían a un ritmo exponencial, poniendo en peligro a todo el sistema financiero. De esta forma, cuando explotó la crisis subprime, lo verdaderamente excepcional y que puso en riesgo a todo el sistema, fueron todos los productos derivados que tenían activos subyacentes inmobiliarios.

Esto nos lleva a pensar en el desfase que hay entre los mercados financieros y los mecanismos de control y supervisión de los bancos centrales. Mientras los bancos centrales sigan utilizando reglas anticuadas basadas en la inflación para gestionar la política monetaria, no detectaremos correctamente las burbujas de crédito y liquidez.

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